La saga de La guerra de las galaxias (Star Wars) no aporta absolutamente nada desde su séptima entrega.
Star Wars es una de esas escasas mitologías cuyo origen es estrictamente cinematográfico. Otros ejemplos son King Kong o Godzilla. Las aventuras de Marvel o DC tienen su génesis en el cómic, no lo olvidemos. Star Wars define una serie de variables (estéticas, narrativas, temáticas) que conforman su universo de ficción: los "opening crawl" (ese texto inicial que se desliza en oblicuo al comienzo de cada historia, tomado de las historias de Flash Gordon), el montaje, las transiciones y cortinillas... La narración siempre es lineal y avanza. Star Wars no emplea flashbacks, por lo que la historia siempre se construye en presente. Apenas hay zoom (si es que hay alguno, creo que solo los recuerdo en "El ataque de los clones") y nunca se emplea el recurso de la cámara lenta (salvo en una escena del entrenamiento de Luke en Dagobah). El argumento es una hilación de momentos que, en su conjunto, definen una historia muy simple. La acción se sucede siempre en paralelo (alcanzó su punto de mayor complejidad cinematográfica en la triple batalla final de "El regreso del Jedi"). Cine para niños, principalmente, y de aventuras: con el tiempo solo la evocación y la nostalgia permiten que un adulto bien instruido aguante su visionado, porque todo es terriblemente simple e infantil.
En el film inaugural todo, absolutamente todo, era novedoso: los sables láser, la voz de Darth Vader, su enigmática máscara, las naves espaciales, los androides... En las siguientes películas George Lucas se dedicó a enriquecer el mundo originalmente concebido para el primer filme. Recordemos la impresionante batalla en la nieve contra vehículos de ataque con cuatro patas, o la aparición en escena de un maestro Jedi de 800 años de edad y poco más de medio metro de altura, una ciudad minera en medio de las nubes, un monstruo del desierto que devora gente y su digestión dura cientos de años, motos ultraveloces capaces de esquivar árboles gigantes… El disfrute de Star Wars consistía en la sorpresa y la novedad: en definitiva, arrastrarse a un mundo ficticio repleto de aventuras imposibles y asombro en cada minuto. Cierto que cualquier cinéfilo curtido en los seriales de Flash Gordon o las aventuras de Errol Flynn, podía reconocer el potaje nutritivo que Lucas había mezclado en la olla. Pero los niños y gran parte del público adulto carecía de ese bagaje. La guerra de las galaxias era visualmente pionera (pese a 2001, que era seria y difícil de entender) y supo inventar a través de los efectos especiales los sueños de millones de ciudadanos del mundo.
No importaba mucho entender hacia dónde se dirigía el Halcón Milenario cuando acababa en el estómago de un gusano gigante que vivía en un asteroide, como El Principito. O la génesis del rebuscado plan para liberar a Han Solo de la carbonita en el sórdido palacio de Jabba. Eran momentos, excusas para hilvanar una parafernalia tras otra, visitar mundos increíbles y encantadores a golpe de hiperespacio. Los personajes eran todos simpáticos que incluso sufrían y por tal razón nos dolía en nuestras propias carnes su sufrimiento. Y eran humanos: mientras Leia y Han Solo se enamoraban y declaraban su amor con un célebre “Te amo / Lo sé”, Luke recibía como un mazazo la folletinesca afirmación “Yo soy tu padre” que densificaba el argumento hasta un punto inconcebible antes.
Con la primera trilogía (la única que debió haberse filmado) el impacto fue rápidamente fagocitado por una legión de fanáticos y autores que, con la connivencia e impulso estrictamente comercial, que no artístico, de Lucasfilm, fueron incorporando cosas aquí y allá, hasta conformar lo que ellos mismos denominan "universo expandido": libros, cómics, videojuegos, series animadas, etc. No importa que para la inmensa mayoría de los seres humanos tal cosa no exista y sea manifiestamente ridícula. Este universo ampliado, tan ridículo como innecesario, es la muestra letal que mejor define lo que ahora mismo es el cine de las grandes productoras.
Una idea bastante extendida, aceptada tanto entre los críticos como entre los fanáticos de la saga, es que las tres primeras películas son inmejorables y que posteriormente George Lucas lo arruinó todo queriendo contar cómo un niño llamado Anakin se convierte en Darth Vader. Cierto es que Lucas planteó muy mal su segunda trilogía, con un ritmo demasiado estático para tanto como se necesitaba contar e idear y una narración demasiado enfocada en un personaje contradictorio como es Anakin Skywalker (cómo hubiesen mejorado las cosas si el argumento se hubiese iniciado desde un principio en un Anakin discípulo de Obi-Wan Kenobi). En "La venganza de los Sith" no tuvo más remedio que echar a correr, resolver de malas maneras la conversión al lado oscuro del joven, posiblemente el hito que hubiese necesitado por sí mismo de tres buenos argumentos mucho más profundos en lo psicológico (curiosamente, nadie en el universo expandido explicó por qué o cómo se produjo esta conversión de Anakin, luego la cosa no carecía de complejidad: simplemente no encajaba bien en las necesidades de éxito de Lucas). Esas tres películas contienen muchos aciertos que, habitualmente, se dejan de lado: la batalla terrestre final en Naboo, el terrible y magnífico duelo de sables láser entre Obi-Wan, Qui-Gon y Darth Maul, la trepidante batalla al estilo Vietnam de Geonosis, etc. Todo eso se pasa por alto o se critica. En realidad, la desmedida ambición digital de Lucas en esta segunda trilogía fue lo que lo arrastró a él mismo hacia el reverso tenebroso del cine. Lucas fue más creativo cuando se encontraba limitado técnicamente que libre de ataduras por tanto dinero como tenía. Pero no conviene olvidar un detalle: es un director independiente e hizo lo que le dio la gana con su dinero.
Ya hemos explicado anteriormente lo que pasó cuando aparece la celosa Disney. Lucas se desprendió de su mayor criatura a cambio de una montaña de fajos de billetes.Con Abrams en la dirección y Lawrence Kasdan al guion, Disney apretó el botón de reinicio de la saga y lo hizo del peor modo de entre todos los posibles: un remake indisimulado de la película de 1977 en el que, además de copiar el argumento, se añadían los personajes copiados y no como cameos precisamente (que es lo que hacen los remakes habitualmente). La sorpresa dejó de hacer aparición. Todo se apoyaba ahora en la nostalgia. La película no intentó en modo alguno enriquecer ese dichoso universo expandido sino estrictamente canibalizarlo. Los devoradores de libros, de cómics, de videojuegos, de series de televisión y demás objetos alrededor de las primeras películas, estaban de enhorabuena. Tras años de rumores, desmentidos, leyendas y ventas de derechos, la franquicia mas mitificada e influyente del cine de todos los tiempos comenzaba a fenecer de consunción. Sigue estando el Imperio, ahora denominado Primera Orden (¿hay más?), y siguen estando los Rebeldes, ahora llamados La Resistencia (no sabemos de qué, se supone que son los que gobiernan, ¿o no?). También está Luke Skywalker, aunque desaparecido sin que nadie sabe dónde ni por qué. Y está Leia, al frente de un minúsculo ejército esparcido por la galaxia. Y Han Solo, aunque para bien poco. Y el felpudo con patas, el robot parlanchín y la pelota de la FIFA con mensajes dentro. Están todos los de un principio, pero peor que nunca. Había que atraer a los viejos seguidores, los que vimos en el cine la trilogía original, y tras engañarnos para ir al cine comenzaron las trampas. La Primera Orden destruye como si nada la capital de la República y, de golpe y porrazo, las seis películas anteriores se van a beber vientos. El emperador (que vuelve a salir al final, la repanocha, como Darth Maul en la peli de Han Solo: en la nueva etapa no muere nadie que fuese arrojado anteriormente por un agujero) se trasunta en (o manipula cual marioneta) un bichejo llamado Snoke hecho de CGI al estilo Gollum o los patéticos zombis de "Soy leyenda". Hay una parodia de Darth Vader, tan malo que mata a su propio padre cuando este intenta compadecerse de él, porque ni el director ni el guionista saben o quieren inventar un villano nuevo y distinto. Todo es una burda copia del original. El mencionado padre al que el malo ensarta como una sardina es Han Solo, que está ahí sirviendo de carnaza, de anzuelo, de usar y tirar. Disney no entiende los códigos de la saga original y no titubea a la hora de perderle el respeto. Los fanáticos se lo tragan todo. Basta ponerle el título de Star Wars y dejar que plaguen con dieces y nueves las críticas de las webs especializadas.
Hubo un intento autónomo. Se tituló "Rogue One" y quiso ser una precuela y spin-off de la saga central, de la original, no de la nueva. No suena la música de John Williams ni hay transiciones con cortinillas y no parece estar conectada con el resto, pero al final surge de nuevo la copia: máquinas de cuatro patas, rebeldes que se hacen pasar por soldados imperiales para atravesar un escudo de defensa (como en "El regreso del Jedi"), Peter Cushing regresando del más allá e incluso Carrie Fisher rejuvenecida, sin serlo. Las nuevas tecnologías y el avance imparable del CGI hacen que todo sea posible, que la única limitación del acto creativo sea la imaginación: justo aquello de que se carece. Ya lo dice el refrán: la necesidad agudiza el ingenio. Por ese motivo se monta una película tan absurda e imperdonable como "Los últimos Jedi", donde todo está tan consumido en necedad e idiotez que incluso parece rompedora. Ya lo escribí en otra crítica. Como se monta el desastroso filme del fin de fiesta, con Emperador entubado y protagonista ya sin ascos a la hora de ser patética, un filme que ni siquiera me voy a molestar en criticar.
Nada se ha expandido. Nada se ha enriquecido. Películas que intentan presentarse como entes autónomos, apenas pueden sostenerse por sí mismas pese a que trata una y otra y otra vez de romper con una saga (las tres primeras u originales) a la que no dejan de copiar y referir de continuo. Los polluelos no saben abandonar el cobijo de mamá gallina y hacen que toda la fantasía y el encanto de "La guerra de las galaxias" se transforme en un objeto insípido, absurdo, desnortado, únicamente brillante para el segmento de población menos capaz y más plano ante una propuesta o una sorpresa. Marvel ha ganado.
No hay comentarios:
Publicar un comentario